"Furiarreciente", de Sebastián Lalaurette

Gato en la calle negra


Furiarreciente”, el último libro –en formato electrónico- del escritor y periodista Sebastián Lalaurette es una de las gratas y originales sorpresas del año en materia editorial, que recupera para la literatura (mejor aún, para la poesía) la dimensión política; hoy prácticamente desterrada de las artes, aunque en esa suerte de exoneración radica, justamente, su potencia y su imperturbable vigencia.
En el poema que abre el libro, “Fardo”, el autor se centra en la cuestión de la “pesada herencia” que recibió el gobierno de Mauricio Macri (La paja galáctica que lo invade todo), en el cual la sobre adjetivación peyorativa sobre los doce años de kirchnerismo no hace otra cosa que acentuar, justamente, su exagerada inverosimilitud. “En doce años empaquetaron/ el veneno de tres siglos”, ironiza Lalaurette.
Sin embargo, no son poemas que tomen distancia del cotidiano bastardeado que recrean. Son, antes bien, versos viscerales.
A través de treinta poemas, el personaje (el “yo” lírico) suelta versos cortantes. No es alguien que no encaja, un outlaw –en este sentido no hay existencialismo-. El yacimiento profundo del que extrae sus temas es un fondo de dolor y bronca (Entre las briznas/ se nos cae la gente).
Como se dijo, se trata de un libro electrónico, formato que le permite al autor vincular los poemas a “scoops” de los diarios. Por ejemplo, el link debajo del poema número uno direcciona a lector a un titular de El País: “Mauricio Macri denuncia la herencia kirchnerista. Un informe del gobierno argentino denuncia el descalabro financiero y la falta de transparencia estatal”.
El poema “Doctrina” adquiere, al representar la muerte de Santiago Maldonado, una voz casi  generacional, que se amotina frente a las injusticias, que no acepta. Frente al adoctrinamiento -no solo de gendarmes, sino también de políticos, periodistas- encaja un par de versos solarianos: “Es la justicia lo que/ te entra por la espalda y destroza/ órganos vitales, lo que se lleva/ tu aliento, lo que duele así...”.
Y como la realidad, se sabe, supera a la ficción, ahí están los titulares de los diarios para corroborarlo: Gabriela Michetti, tras la muerte del mapuche: "El beneficio de la duda siempre lo tiene que tener la fuerza de seguridad"; Contundente defensa de Patricia Bullrich a Chocobar: "Cambió la doctrina, la Policía no es culpable en un enfrentamiento"; “Estoy orgulloso de que haya un policía como vos”, le dijo Macri a Chocobar en la Casa Rosada; Gatillo fácil en Tucumán: dos policías asesinaron a un nene de 11 años y quedaron libres.
“Para vivir en sociedad hace falta/ una doctrina, ciertos presupuestos y una/ saludable desconfianza y una/ saludable confianza”, punza Lalaurette.
Y como la educación pública, para el macrismo, es caer en la educación pública, el poeta retrata un mundo sin redención, un círculo opresivo, en el cual no hay ninguna posibilidad de torcer trayectorias. Las blancas palomitas de Jacinta y Efrain aparecen “suciamente” en el fondo de un pozo hondo y negro. “Hay mucho por caer todavía/ y mucho por ganar mientras se cae/ sentís? así se pisa sobre el pasado/ para ascender/ sentís? así se extingue el ruido de las palomas”, expresa en el poema “Caer”.
En el poema “Grieta” trastoca el sentido –común- del fenómeno social y le da un nuevo sentido poético, cargado de un oscuro erotismo (“La excelsa partitura del placer”).
En Interés aparece la condonación millonaria del Estado al Correo. “Hay otros trucos/ claro/ pero el de la desaparición/ es el más formidable/ con • do • nar”, estiletea. 
En “Cerdos”, de la poeta Fernanda Mugica, el link lleva a un posteo de Instagram de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. “Esta mañana estuvimos con @mauriciomacri visitando a Jessica, una profesora de letras que dejó atrás sus miedos y se animó a lanzar su emprendimiento criando cerdos.”
“Solo son necesarias las palabras/ que tienen que ver con la compra/ y venta de ganado/ y no hay forma/ de hablar/ sobre la calidad de la verdura/ o de las emociones/ -un hombre pidió medio corazón/ le dijeron que no/ el corazón se vende entero”, sentencia el poema.
En “Correr”, las metáforas cotidianas empleadas por Lalaurette hacen concreto lo abstracto, le ponen encarnadura –como decían los viejos periodistas-, le ponen un rostro que sufre a las secciones de economía de los diarios.

Correr

Es una estampida
con todas las letras:
ahí van las vacas
y las ovejas y los cigarrillos
y los barcos, corren, corren, se van
sin mirar atrás, maravillados acaso
de su propia velocidad, los autos, los panes, los quesos
y las bicicletas, el agua
de las canillas, las llamas luminosas
de las hornallas, corren, allá se van,
los zapatos y los pantalones, los celulares
y el televisor, los chupetines y los chocolates
un poco derretidos a esta altura, no hay manera
de detenerse, haría falta una Sandra Bullock
para maniobrar al menos, para eludir el abismo,
ahí van los anteojos y las pastillas, los cuadernos
y los abortos, corren, corren
hacia dónde, hacia qué,
el vidrio y el azúcar, la yerba y los geranios,
ruedan los caños y el cemento, a los tumbos van
la música y el paco, la luz y las guitarras,
hasta la tierra se va y los alambrados
enredándose con todo y a zancadas
van los departamentos, revientan las ventanas
en su prisa, ahí corren, ahí se van, se van,
y quedás acá vos y quedo yo, habitantes
de un desierto atónito.

En “Dónde”, el poeta se pregunta: “Dónde está Santiago y dónde y cuándo perdimos/ el saludable miedo a la locura?”.
Furiarreciente no es un libro de poemas, es una crónica precisa –en clave poética- de los años que vivimos en peligro.

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