Entrevista al doctor Eugenio Zaffaroni

"No dudaría en fugarme"



Por Edgardo Gaudini (*)

-La fuga -mientras no se dé la circunstancia de fuerza en las cosas y violencia en las personas- según lo establece el Código Penal, no implica condena. ¿Por qué, entonces, no se fuga la gente de las cárceles, doctor Zaffaroni?
-Bueno, sucede que siempre se privilegió el aspecto seguridad. Hoy llegamos al colmo de tener tres empleados por preso. En segundo término, pasa un poco lo que menciona Foucault: la institución total es una óptica social. Te privilegian permanentemente la cosa de la seguridad y llega un momento en que ves todo desde esa dimensión. Obviamente también el sujeto la asume, la interioriza. Se encuentra integrado dentro de esa sociedad, seguro. La seguridad, al mismo tiempo que jode a la persona, por otra parte le brinda una tutela. En el seno materno uno también está seguro.

-El hecho de que se den más fugas entre los menores ¿a qué lo atribuye?
-Por un lado a las razones físicas y por el otro, al nivel de deterioro que, a la larga, va produciendo la institución al incorporarlo a su sistema de valores es menor. Entonces el nivel de domesticación es menor.

-El delincuente marginal tiene pocos lugares a dónde recurrir, sus posibilidades se agotan en 2 ó 3 espacios y basta. No ocurre lo mismo con el tipo que pertenece a una organización criminal, que puede contar con apoyo.
 -No. Porque las manifestaciones de criminalidad organizada son muy pocas, muy empíricas, muy inestables.

-Es como que a medida que te van integrando te hacen el bocho, y vos estás ahí, tranquilo, esperando. Dicho en otras palabras te acostumbras.
-Sí. De alguna manera la institución total te protege de la dinámica social. Entras en un estar, y no en un ser. Puede haber otro tipo de factores que influyen, por ejemplo la circunstancia de no tener penas locas o totalmente irremisibles, totalmente irracionales. Es decir, mal o bien, el preso argentino tiene siempre la esperanza de salir legalmente, más tarde o más temprano. No ha perdido todas las expectativas. Pensá que el Servicio Penitenciario Federal tiene 80 condenados a prisión perpetua sobre una población de 3.000 personas, lo que está indicando también que como críminalización grave es poco.

-Inclusive hubo casos de fugados que a los dos o tres días, agotados los lugares, parecía que bajaban los brazos para que los fueran a buscar. También aquél que prefería estar 10 años preso y no 5 fugado.
-Sí. Creo que una de las cosas más sintomáticas en ese sentido, el de la fuga, pudo haber sido el de Robledo Puch, que no encontraba adónde ir. Yo creo que el preso que se fuga y logra mantenerse fugado años, está demostrando que no necesita volver adentro, le encanta su forma de acomodación en la sociedad libre.

-¿Recuerda alguna fuga digna de destacar?
-Las que he conocido son medio absurdas. Recuerdo la de un preso de Villa Mercedes que salía todos los días y estaba por salvarse por inimputable. Un día se tomó el Chevalier y se vino a Buenos Aires, y después nos mandaba cartas diciendo que estaba arreglando unos asuntos y que iba a volver. Mandó tarjetas de Navidad durante dos o tres años pidiendo disculpas por haberse ido.

-Supongamos que está preso. ¿Se fugaría? ¿Cómo?
-Sí, por supuesto que me iría, no me cabe la menor duda. Y el medio más práctico que podría encontrar creo que es hacerme trasladar a alguna cárcel del interior con cualquier pretexto y de ahí irme. Es el más sencillo y menos peligroso. La idea sería buscar un delito que se cometió mientras estaba preso, para no correr el riesgo de quedar con otra causa.

-Lograda la fuga y manteniéndose prófugo durante años, ¿en algún momento prescribe la pena?
-Sí. Prescribe en la misma cantidad de años que poseía como condenado. Es decir, al cumplir fugado sus cinco años de pena, tienen que transcurrir otros cinco años para que prescriba la causa y la captura. Porque es más corta la prescripción de la pena que la prescripción de la acción.

(*) Revista Cerdos y Peces, octubre de 1986, páginas 6 y 7. 

Diez consejos para tomarse el piro
  1. Tomar conciencia de que estás preso.
  2. No dejarse comer el bocho por la yuta.
  3. Recordar siempre que la cárcel está llena de ortibas.
  4. Mantener el mejor estado físico y mental.
  5. Evitar mezclarse en embrollos boludos.
  6. Hacer buena letra sin darse vuelta.
  7. Ser prudente y cauteloso sin perder la audacia.
  8. Recordar que las oportunidades son únicas e irrepetibles.
  9. No dejarse atrapar por el fútbol y la televisión.
  10. Acostarse, levantarse y masturbarse pensando en la libertad.




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