Entrevista con Sergio Martínez (Muferchus Filosoforum), primer monologuista de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
“No era posible que la Bestia Pop siguiese en Los Redondos”
Por Franco Ruiz (*)
Sergio Martínez, Muferchus Filosoforum. |
“Por fin, por fin, la aspersión democrática.”
Plena dictadura militar. Sergio Martínez, “Muferchus
Filosoforum”, está en el teatro Lozano de La Plata (“lozanazos”), en medio de un potente show
de su banda, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Descorcha un champagne.
Rocía a los asistentes al concierto para que “se vuelvan democráticos”.
Pese a haber sido uno de los fundadores e ideólogos de
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Mufercho guarda sensaciones
contradictorias sobre esos años, que señala como “dionisíacos”.
Es que el circus de bohemios, artistas, músicos e
intelectuales platenses que animaba los primeros recitales de Los Redondos se
fue apagando a medida que la banda iba ganando en popularidad. “Ellos pensaron ‘para
qué repartir el dinero entre 40 músicos y artistas, si lo podemos repartir
entre cuatro o cinco’”, suelta Mufercho.
Monologuista
Y explica que los monólogos eran “improvisaciones locas”, descripciones lúdicas de la realidad política y social de la época.
“No tenía miedo, con Fenton, cuando entraban las razzias,
poníamos el dedo en el caño de las ametralladoras de los milicos y les decíamos
‘salí de acá milico de m…’. Estábamos pasados de ácidos y éramos muy jóvenes. Los
que van a la guerra no son viejos de 60 como yo, son jóvenes de 20; los jóvenes
‘saben’ de la muerte, pero los viejos ‘conocen’ de la muerte”, compara.
Un patricio rey
“El nombre de la banda lo creé yo. Estábamos con Fenton en
el taller de estampado de telas que teníamos en Gonnet (El Mercurio) y para
hacer las serigrafías –estampábamos ropa, telas hindúes- utilizábamos diarios
viejos para cubrir las partes de la tela que no queríamos que salgan pintadas.
Así fue que, buscando un nombre para el grupo, apareció un suplemento de cocina
del diario Clarín con una receta para hacer buñuelos de ricota. Entonces le
dije a Fenton: ‘Vos serías como un rey astral, vestido con ampulosos atuendos,
un patricio rey ¡Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota!’ Esa es la verdadera
historia. Todo lo demás es mentira”, asegura.
“Luego ‘El Doce’ [Edgardo Guillermo Gaudini] cocinó los
buñuelos de ricota y nuez y los repartió en los recitales, con sus efebos.
Algunas personas del público se copaban y se los comían y otros nos los tiraban
a los que estábamos arriba del escenario”, festeja.
Gran Bestia Pop
“La
Negra Poli nos quiso apartar del grupo. En 1981, después del
Festival Pan Caliente, entra Enrique Symns y me reemplaza. Así, mientras en la Argentina desaparecía
gente, Poli y el Indio nos hacían desaparecer a nosotros”, señala.
“Poli y el Indio venían de una clase más baja que el resto y
quizás por eso, cuando vieron que empezaba a entrar algo de dinero, se
desesperaron y comenzaron a eliminar al resto del grupo. Yo era la
Gran Bestia Pop. Todos éramos la
Gran Bestia Pop: un engendro colectivo.
Pero como decía Jim Morrison ‘adónde están ahora esos bailarines locos/ ahora
se hace todo para un par de ojos que miran en la oscuridad’”.
“Yo con Los Redondos perdí. Y perdí mi vida. El Indio se
enojó conmigo porque una vez dije que él debía estar agarrado a una heladera
llena de salmón. Tengo amigos, pero no tengo nada que compartir con ellos”,
expresa.
Hippismo y psicodelia
“En los recitales se hacía un sorteo y a cada integrante le
tocaba un papelito con el instrumento o el rol que iba a desempeñar esa noche”,
recuerda.
“Alrededor de 1968 había en La Plata un boliche que se
llamaba Babú, situado en las calles 48 entre 9 y 10, un lugar que hoy se
subdividió y no queda nada de aquélla época. El dueño era Juan Coda Suárez, un
disc-jockey de aquella época, que había viajado a Europa y se había traído
todos los discos que acá no se conseguían: Jimmy Hendrix, Traffic, Family,
Cream... Era un lugar inmenso que se llenaba de hippies. En la puerta de
entrada y en los pasillos, había colchones de pluma y luces raras. Cuando uno
entraba se generaba como una sensación psicodélica, porque te caías al suelo o
tambaleabas. Ahí pasé música muchas noches. En realidad yo pasaba música a las
siete de la mañana, cuando el dueño quería cerrar el boliche y que la gente se
vaya a sus casas, entonces yo ponía rock progresivo, mucho Hendrix, y la gente
huía despavorida”, cuenta.
“En esa época se escuchaba mucho la música del Club del
Clan, y toda esa música de porquería. Otras veces se armaban zapadas, yo toqué
el bajo junto a Skay Beilinson, Kubero Díaz, Morci Requena... No sabía tocar,
pero no importaba, la idea era pasarla bien. En esos años se iniciaba la
relación con los hermanos Beilinson, que venían de una familia acomodada, con
millones de pesos en el banco, hasta tenían un órgano Hammond, que en esa época
era carísimo. Los Beilinson fueron los decanos del rock platense, justamente
por su condición económica. También estaba Bernardo Rubaja, dueño de los
laboratorios Roemmers, que también fue tecladista de Los Redondos y hoy se
dedica a la construcción de viviendas y edificios junto a Guillermo Beilinson.
Hay un tema de Diplodocum Red & Brown que se llama “Blind sex” y tiene los
sonidos del Hammond”, indica.
“Si la droga no te deja tarado, te deja un grado de visión
profunda de la realidad. Yo evidentemente debo haber tenido un cerebro
privilegiado, porque sino, después de 38 años de consumo (hoy tengo 58), mi
cerebro tendría que estar todo achicharrado. Encima la cocaína te va arrancando
pedazos de piel, de cartílago, es algo horrible. Pero bueno, dicen que si algo
no te destroza, no es. Pero bueno, el rock sin drogas no tiene sentido. Sin
drogas, es mejor escuchar a Mozart que a Los Redondos”, desafía.
“Me hicieron desaparecer”
“Yo soy muy inteligente, pero también muy holgazán. Yo podía
leer cuatro renglones de un libro de filosofía y deducir lo que iba a decir en
la otra página, esa era mi virtud y también mi condena. Mi posición natural es
estar tirado en la cama. Soy buena persona, pero soy ruin, no soy malo con los
demás, pero tengo un carácter autodestructivo. Vivo haciendo arreglos con
mafiosos, con malos tipos, y siempre salgo perdiendo. Aunque sé de antemano que
las malas compañías me van a terminar matando -como le pasó al “Doce”- no puedo
hacer otra cosa, irremediablemente me rodeo de gente que me va destruir. Le doy
el cuchillo al asesino y le digo donde está el dinero. Si hay una posibilidad
para torcerse, ahí voy a estar yo”, confiesa.
“Yo no lo elegí a Martín Heidegger, él me eligió a mí. Me
gusta leerlo porque él explicó todo lo que podía explicar un filósofo,
básicamente por eso”, explica.
“Necesito ser asistido. Me interné muchas veces para dejar
la droga, pero no funcionó. Todo lo que yo di en el pasado, no me es dado. Poli
y el Indio me vivieron durante años, me curtieron, y cuando vieron que había
dinero, me hicieron desaparecer. Estoy profundamente arrepentido de mi
existencia. Yo tendría que haber seguido con mis estudios y no haberle dado
pelota a Los Redondos. Malvendí todas las propiedades que tenía. Las veces que
tuve dinero me fui de putas, compré bebidas caras para mis amigos... Hubo un
plan concreto de la Negra Poli
para hacerme desaparecer y que entre en mi reemplazo Enrique Symns. La política
de Poli y el Indio fue la de Videla; ellos usaron la misma metodología del
proceso militar para hacerme desaparecer, a mí y a mis compañeros. El otro día
hablé con Semilla Buchiarelli y me dijo: “Ni por puta vuelvo a tocar a Los
Redondos”.
“Yo además no estaba dispuesto a viajar a Buenos Aires, por
pereza, y eso Poli y el Indio lo sabían, por eso me reemplazaron. El otro día
cobré un dinero y me saqué un viaje a Uruguay, en un hotel lujoso, y al final
no fui, porque no tenía ganas, y perdí ese dinero también”, cuenta.
“Cuando Los Redondos llenaron dos estadios de Huracán
cobraron 1.400.000 dólares; podrían haberle dado algo a sus viejos compañeros
de ruta, porque gracias a nosotros, a los que nos quedamos en La Plata , Patricio Rey pudo
existir”, afirma. Y agrega: “No era posible que la bestia pop siguiese en las
filas de Los Redondos, porque era una bestia dionisíaca, y como todos saben
Dionisio está condenado a la muerte”.
“El indio era un gran poeta; una persona que se tomó su arte
muy en serio, cosa que el resto de nosotros no hizo. Una de las mejores letras
del Indio es ‘Superlógico’: ahí el mantis es una mujer, mitad araña, que
termina devorando a sus amantes”, señala.
“El rock tiene como esencia la fiesta, aunque más no sea una
fiesta del horror”, afirma.
“Identidad contestataria”
“Yo entré a trabajar en LR11 Radio Universidad Nacional de La Plata el 1º de septiembre de
1969. Mi
programa radial tenía de cortina un tema de Jethro Tul. Pasábamos mucha música
de Jimmy Hendrix, y hablábamos en contra de la Guerra de Vietnam. El
programa se llamaba Jingle Jungle. Después hice otros, como Ondas, Radio Señal,
El Metro...”, cuenta.
“En esa época nos interesaba resaltar la identidad del rock
como un fenómeno contestatario. Si tu identidad no era la droga y el rock &
roll, entonces estabas del otro lado, del lado de Palito Ortega y el Club del
Clan”, afirma. “La droga, para nosotros, tenía connotaciones místicas. Tampoco
existía una ley clara que penara el consumo. Creíamos que a través de la droga
–y sobre todo del LSD (ácido lisérgico)- podíamos llegar a un nuevo
conocimiento. Y ciertamente yo vivencié imágenes y situaciones muy locas, muy
psicodélicas”.
“Más tarde, en los 80, el lugar que ocupaba la droga en
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, lo empezó a ocupar el dinero”,
sentencia.
“Morci Requena [bajista de La Cofradía de la Flor Solar ] fue el
primero que me ofreció LSD y el primero que me introdujo en la filosofía sufí.
En general los cofrades eran hippies, y había que ser muy corajudo para ser hippie
en esa época, porque la Policía
te molía a palos, eran muy mal vistos por la sociedad. Sin embargo, yo me
identificaba con ellos, éramos parte de la misma subespecie”, asume.
“El hippismo era en esa época profundamente anti-intelectual
(por ende anti-universitario). Por eso el Indio Solari miraba de reojo a los
que estudiaban. Yo estudiaba filosofía en la facultad, pero estábamos todos
juntos, se compartía todo. La solidaridad era un valor real de la época, pero
no implicaba que en esas reuniones éramos todos santos, estaba lleno de gente
que se movía en los márgenes, en quienes no se podía confiar”, afirma.
Cofrades y redondos
“No hubo continuidad entre La Cofradía de la
Flor Solar y Patricio Rey. Lo único que
recuerdo de los cofrades es la experiencia de la independencia y de la
autogestión, que tomaban mucho coñac Tres Plumas y que ellos me iniciaron en
todas las corrientes de pensamiento no-académicas; esas que hoy en día se
asocian a la new age y son
leídas por unas viejas de peluquería. Yo tengo admiración por los cofrades,
porque ellos me abrieron las puertas a la psicodelia”, comenta. “La verdad es
que éramos casi todos unos vagos drogadictos, y quizás por eso nos salvamos de la Triple A ”, afirma.
“Mientras el Indio tiene varios millones de dólares en el
banco, yo –habiendo sido uno de los fundadores de Patricio Rey- tengo que pasar
hambre. Hoy en día estoy arruinado, llevo una vida miserable. Estoy peleado con
mi hija, no tengo nada. Vivo con miedo y pienso que mi vida fue un gran error.
Yo tendría que haber estudiado y no estar perdiendo el tiempo con esos vagos
drogadictos de Los Redondos”, lamenta.
“Con los demás integrantes de Los Redondos nos conocimos de
manera natural: éramos tan raras avis,
que enseguida nos juntamos. La
Plata era una ciudad pequeña, éramos parte del underground,
de la bohemia platense. Los primeros ensayos se hacían en el sótano del Pasaje
Rodrigo (donde Guillermo Beilinson tenía un estudio). Los ensayos consistían en
que el Indio calculaba y el resto nos mamábamos. En esa época yo no me daba
cuenta de los planes del Indio”, afirmó.
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ResponderEliminarQue resentido...pobre.. la vida va cambiando...
ResponderEliminarMuy bueno, podemos ver en Maferchus a muchos de los que quedaron en el camino, fue una matanza. nadie es inocente todos sabíamos lo que estaba pasando y cada uno, antes de salir de casa, hacía cálculos y activaba cabalas. Sobran las lágrimas sobre el colchón. Lo demás está lindo. A este caballero le debe rajar todo el mundo, te empapa la camisa con moco. 2013 hace siglos. me gusta escribir para gente que quizás ya esté muerta.
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