"El espectáculo del tiempo", de Juan José Becerra


Por Franco Ruiz

“El espectáculo del tiempo” (Seix Barral, 2015), de Juan José Becerra (Junín, 1965), es una novela radical, que inaugura lo que podría llamarse un existencialismo del interior bonaerense, aunque, como se verá más adelante, también puede ser pensada como una continuación o saga: de su otra gran novela, "Toda la verdad" (2010), pero también de "Nanina" (1968), de su coterráneo Germán García.  

Escrita “a lo bestia”, como confesó el propio autor en la presentación del libro en su ciudad natal, el año pasado -a propósito de la consecución de un estilo directo, inmediato-, "El espectáculo" puede ser leída al lado de "La Náusea" (Sartre) o "El Extranjero" (Camus), ya que el personaje puede ser pensado como alguien que no encastra, y quizás por eso se posiciona frente al devenir como un espectador, que no deja sin embargo de alegrarse y angustiarse frente a la pantalla. 
La obra indaga en los pliegues de una sociedad donde por momentos aflora lo siniestro (hay un link posible con el filme "El ciudadano ilustre") y los subterfugios de la memoria de la infancia, acaso la única patria del escritor. 
Si en "Nanina" el personaje narra el tránsito de un pueblo a la metrópolis central que es Buenos Aires, con todo su "espectáculo", Becerra parece recorrer el camino inverso, un regreso desde la gran urbe al Junín de su infancia y adolescencia, donde la figura del padre, como en Nanina, adquiere un rol central: son hombres que no pueden con la vida. 

Algunos pasajes


  • Mi padre hizo una de esas pausas que solo son posibles en la ruta y duran un pensamiento completo, y cambió de tema: “Vos no seas como yo”.
  • Era un cuerpo común con zonas prodigiosas (joyas sobre un paño).
  • Pasaron diez minutos en los que, mientras la masajeaba copiando las técnicas milenarias que vulgarizan los programas televisivos de servicios llamados infomerciales -en los que por primera vez las pantallas reconocían que el comercio es la base de la información.
  • Era su tercer casamiento, sin dudas, el verdadero, el del deseo personal y la restauración biográfica.
  • El placer comenzó a hacerse presente al tiempo que el amor se iba.
  • Se pasó una tarde resucitándola en fotos, algo que también acostumbraba a hacer cuando estaba viva.
  • No hay biografía sin muerte.
  • Yo ya no soportaba la eterna convalecencia del final del amor que nos convertía en pacientes y médicos al mismo tiempo.
  • Un hombre con todo el tiempo del mundo, una especie de estanciero del tiempo.
  • Las cholas podían vivir el hoy como si la eternidad durase un solo instante (…) cada instante vivido era eterno.
  • La memoria es un arte biológico.

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