Edgardo Gaudini, el "Doce"


*SODA, NINJAS Y VIDEO
Alguna vez leí que las ceremonias rituales eran manifestaciones primitivas, sociedades arcaicas y cerradas que transmitían su identidad con gestos y formas que invocaban paraísos lejanos, quizás accesibles para los elegidos, unos pocos que concretarían las promesas de eterna dicha y felicidad. “¿Para qué estudiar todo esto que pasó hace 4.000 años, si no me sirve para nada?”, me preguntó el Gato, con toda la bronca de no haber siquiera intentado iniciar el secundario. Y yo sonrío, ya estoy cansado de explicarle lo que no puede entenderme, sólo sonrío y no le contesto nada, mientras lo miro comprobar frente al espejo si las pilchas a la moda, la melena prolijamente descuidada, la sonrisa de ganador, conforman el conjunto que necesita para una entrada triunfal en el pool o el video-game que frecuenta. Hoy, y no hace 4.000 años, como tantos chicos de 17, 18 años, pondrá una ficha en el video-game y se hipnotizará con la pantalla donde las luces estallan. Si logra vencer a las arañas la máquina le permitirá entrar a otro universo, donde una apabullante descarga de bombas intentará destrozarlo. Si puede esquivarlos, se abrirá una puerta y cientos de naves marcianas con láser y ultrasonido lo estarán esperando. ¿Y después qué? ¿Terminará la lucha? ¿Llegará alguna vez al paraíso que le permita soltar los dedos crispados de los botones? ¿Existirá ese lugar? O el premio sólo será la posibilidad de una ficha más, tal vez una metálica rubia envasada, la espumante cerveza que ya forma parte de esa patética ceremonia. Pero también sentirá el halago, el reconocimiento de que es el mejor, y por un instante será feliz. Entonces toma el taco de pool, y recomienza la lucha que le cierra el balero y le duele en la mano, mientras en una danza ritual despliega todas las habilidades aprendidas tras muchas noches alrededor de esa verde mesa que lo hizo sentirse ganador. Y cuando sale triunfante, el Gato recala en los estantes de los videos, donde se amontonan películas de ninjas. Las reglas son simples: la máscara que no alcanza a esconder el gesto duro, la patada como un látigo que no le mueve un pelo al otro muchachito de ojos oblicuos, pero que igual intenta un gesto de dolor, que por error de la banda sonora nunca se escucha a tiempo. El protagonista juega con ventaja, siempre gana. Se parece bastante a una maquinita de video-game. Y el Gato, que no estudia ni trabaja, siente quizá alguna duda, pero sigue suspendido en el tiempo. Ese tiempo que en el último mes le dio la posibilidad de ver tan sólo 86 películas de ninjas, karatekas y cuanto arte marcial esté dando vueltas por ahí. Algunos como el Gato se perfeccionan en el verso y son casi creíbles. Otros consiguen algún mango de los viejos que casi siempre se desloman laburando y no saben o no pueden poner límites. Si se cortan los víveres buscan otros caminos: el arrebato, el engaño, la prostitución por dos mangos. Así hacen de la mentira su rutina y muchas veces se la creen, y se sienten hábiles y ganadores. Y cuando esa puerta también se cierra se transforman en buchones, se venden, se regalan hasta terminar con un chumbo en la cabeza, tirados en algún zanjón de la ruta 4 o del camino a Punta Lara. Sumido en estas reflexiones, veo al Gato salir sonriente del video, con 4 películas bajo el brazo, y no puedo dejar de preguntarme: es un buen pibe, por momentos parece que la calle lo hizo rápido, vivo, inteligente. ¡La puta madre! ¿Cómo no se da cuenta? ¿Y si consigue la llave y se equivoca de puerta? Resuena una canción donde todo va a pasar, no preguntes cuando, cuando pase el temblor o cuando te vea detrás de una persiana americana. No te equivoques la llave, Gato. La vida es algo más que una mentira, que una ficha de pool o de video-game. Además de las luchas de ninjas, hay otras luchas. Yo sé que la cosa no es fácil, las ceremonias serán otras, habrá otras condiciones... pero vos ya sabes algo de eso. Ojalá que al usar la llave que encontraste no te equivoques o acobardes. Entonces ya no será necesario mirar a través de una persiana americana.

*Texto inédito de Edgardo Gaudini, conductor de El Pez Náufrago y ex integrante de Patricio Rey y sus redonditos de ricota.

Comentarios

  1. En algún momento tuve ganas de hacer un documental sobre los redondos 100% platenses.
    No sé si porque el etma pueda ser interesante en sí, como lo es rescatar e inmortalizar testimonios de gente como Mufercho, Fenton, Quique Peñas o Ricky Rodrigo.
    Alguna cosa me quedó en audio...

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  2. Todo en algún momento quisimos hacer algo sobre Los Redondos jeje

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  3. Te agradezco e texto, yo lo conocí al Doce y me ha emocionado el recuerdo.
    Roberto "Gamut"

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  4. Si tiene alguna anécdota sobre el Doce, me escibe al mail ruizfranco@gmail.com Saludos.

    PD: estoy armando una nota sobre él.

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  5. Yo conocí al gordo Edgardo, como en realidad lo llamábamos los amigos. Era un señor de barba, abdomen generoso; con traje, chaleco , corbata, y con su portafolio siempre esperando el autobús por la mañana en la esquina de Belgrano y San José. Era profesor de trigonometría en una de las escuelas más importantes de La Plata, privada y religiosa.
    El gordo me enseño muchas cosas que me sirvieron a lo largo de mi vida, fue ese maestro que aparece cuando el discípulo esta preparado. En las tardes de Gonnet adopte al Gordo como mi gurú, él me enseño a cortar cebolla, a ver a Ingmar Bergman, y descubrir el secreto aroma de las flores, de la cocina y de los libros.
    Una vez, el gordo, me llevo a ver el ensayo de unos tipos en un lugar lúgubre, yo tenía 18 años por aquel entonces, tocaban rock o algo así Sonaban sucio, ruidoso, pero el gordo los ayudaba con guita y algo que cocinaba para repartir entre el público, a mi me gustaba una minita que bailaba en una especie de ballet centroamericano... Me fui del país y años despues ,me entere de su muerte por el diario, una pena, me hubiera gustado haberle agradecido muchas cosas, al gordo Edgardo, que era el apodo que le decíamos los amigos los que lo queríamos.
    Gracias por esta publicacion y foto.
    Carlos J.Mendes
    bluesuedeblue@gmail.com

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