“Vidas epifánicas”, de Gustavo Álvarez Núñez


“Voló, voló mi destino/ Duró mi vida un instante/ El cruce de los caminos/ Y el grillerío constante.” (Fernando Cabrera, en “Dulzura distante”).

Por Franco Ruiz


“La solución al misterio es inferior al misterio”, escribió Borges. Desde la portada, donde un gato negro, sentado sobre un portafolio y un baúl (arcón de los recuerdos), escrudiña el presente con desaprensión y desdén, “Vidas epifánicas”, de Gustavo Álvarez Núñez (Mansalva, 2015), sugiere la revelación de un secreto (lo que está guardado), y se lanza así a la difícil empresa de hacer visible la imagen impresa, o como en las buenas fotografías, ayudar a ver (¿A uno mismo? ¿A los otros?).
La estructura es singular: fragmentos de las vidas de Keith Richards, Brian Eno, Marvin Gaye, Bernard Sumner, Marcel Duchamp, Lucio V. Mansilla, José Hernández y Miles Davis, entre otros, son las máscaras que se suceden, a través de micro relatos, para encubrir una autobiografía, donde la soledad, el amor o la libertad son interrogantes que acechan al hombre posmoderno o, si se quiere, sobre-moderno.
“Mi determinación provenía de un recuerdo preciso que tenía de mi padre. Era cartero y le gustaba mucho lo que hacía. Una noche muy fría de invierno volvió del trabajo y, cuando mi madre le sirvió la cena, se quedó dormido. Estaba demasiado cansado para comer. Sin embargo yo sabía que estaba muerto de hambre después de su largo día de trabajo. Yo era muy joven, debía tener nueve años, pero ese incidente me marcó. Pensé: ‘Nunca, nunca, nunca voy a estar en una situación así'”, asume Brian Eno.
En otro capítulo, Clarice Lispector se pregunta: “¿Se puede tenerlo todo y no ser feliz?”. Y José Hernández agrega: “Hubo un día en que se dio cuenta de que no sería feliz. Tan contundente como la puesta de sol. Fue un segundo, casi un rastro irreproducible…”.
“La noche no sabe de amigos ni enemigos, su moral es la traición…”, sostiene en otro pasaje el líder de New Order, Bernard Sumner.
El tedio, el miedo a la soledad y los placeres inconstantes hilvanan las distintas historias: “Tatjána era así de sensible, así de dada. Se desvivía por su compañero con la lógica amorosa del que está obsesionado con la ausencia, con la necesidad de asegurarse que el otro se mantiene a su lado”; “Tuve la suerte de no nacer en una época como ésta, donde todo da igual”; “El problema no son los malos, que hacen muy bien su trabajo, el problema somos los buenos”; “El concepto de libertad, eso que no tiene precio, me estaba generando todo tipo de inquietudes”; “Me queda el interrogante de si no terminamos fogoneando todo aquellos contra lo que cantábamos”; “Mi pasado es una trompeta que no puedo soplar”; “No lograr depositar interés en nada”; “Hay un minuto en que algo que era una celebración se convierte en una pantomima”.
Citando a Armando Enhiesta, Álvarez Núñez dice: “Soy fan de las epifanías. El instante en que un leve indicio marca un antes y un después en la vida de una persona es digno de todo mi respeto”.
Y el círculo se cierra, a la espera de la novela total. Y si la revelación no es completa, es solo porque desaparecería el misterio.
Acerca del autor
Gustavo Álvarez Núñez nació en la provincia de Buenos Aires en 1968. Es poeta, editor, ensayista de cultura pop y músico. Fue director editorial de la versión argentina de “Les Inrockuptibles” (1996-2004) y colaboró en medios nacionales e internacionales. En 2012 lanzó un libro de conversaciones con el músico Daniel Melero: “Antes, ahora y después. Por una biografía posible”.
Publicó tres libros de poemas: “Sweet home, Panamericana” (1999), “Pulsiones” (2006) y “Tratado sobre los padres” (2013). Como compilador se encargó de “AntologíaPoetasRock” (2003), compuesta en su mayoría por poemas inéditos de músicos de rock argentinos. Al frente del grupo de rock Spleen formó parte del underground argentino de la segunda mitad de los noventa, con dos álbumes en su haber: “Travesía ideal” (1998) y “Deriva – Fin”, dos discos inéditos lanzados en 2009.

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